No sé si a ustedes les pasa, a mí sí. En ocasiones me pregunto si realmente aprovechamos todas las oportunidades que se nos presentan a lo largo de este haaarmoso recorrido. Todas todas, sin desperdicio alguno. O bueno, algo así pero no tan así. En realidad estoy hablando de aquellas que más o menos nos entusiasman. Aunque sea un poquito. Alcanza. Un poquito en estos tiempos (incluso en estos tiempos) es realmente suficiente.
De repente nos encontramos solos: días, semanas, meses. Y ¿qué hacemos? ¿Nos ocupamos o nos quedamos en la queja constante? Les puedo asegurar que a veces la óptica no abarca los 360º y se nos escapa algo, alguien o algún detalle que tal vez no creíamos importante pero, ¿quién sabe? Nunca nadie sabe.
A veces me enojo con situaciones o personas en particular, otras con emociones que a veces no puedo/sé manejar y en ése momento, cuando me encuentro al borde de mis propios límites y a punto de romper artefactos electrónicos o empezar a bloquear gente en Facebook, decido dejar la violencia y la culpa de lado y la transformo en una promesa que desde hoy, quiero hacer extensiva: me prometo decir SI a todas las citas. A TO DAS. Sin importar raza, religión o color. A todas que sí: Pedro, Juan, Roberto, Esteban, DANIELA. ¿Vamos a tomar algo? SI. ¿Venís a ver una película? SI. ¿Nos vamos un fin de semana a NO ver el mar en Santa Teresita? SI. ¿Te parece ir a pescar a Zarate Brazo Largo? SI. ¿Voy a tu casa después de jugar al fútbol? SI. Todo si. Todas las propuestas me parecen aceptables, fascinantes y quiero quiero quiero.
Listo, he aquí la teoría que defiendo a capa y espada casi sin ninguna justificación al respecto. Aceptar y decir que si quiero porque sí, porque está bueno, porque nunca se sabe, porque quién te dice, porque hay personas que te sorprenden y porque tampoco es grave aceptar una cita para ver qué onda y qué resulta después.
Ahora, la realidad es una y lo lamento en varias partes del cuerpo: acepto ½ de todas las opciones disponibles. Me animo a la mitad de todo lo que me gustaría animarme y me la juego menos de lo que muchos creen.
¿Por qué? ¿Por qué no acepto absolutamente TODAS las opciones que tengo? ¿Por qué después me quejo que estoy mirando la novela cuando tenía la clara posibilidad de, al menos, estar tomando un mojito en un bar de por ahí con alguien que… qué sé yo?
Claro, y después de esta ecuación pienso en serio quién soy yo para discriminar quién es titular, quién entra en el segundo tiempo, quién siquiera concentra esta fecha.
En unos días me voy de viaje con amigas así que voy a empezar aceptando tragos frente al mar de cualquier macho caribeño que me requiera. RE -QUIERA. ¡Ay corazón, atajate este penal!.
Vuelvo y empiezo con los autóctonos.
Vos, ¿aceptas?