Cómo me gustan las vacaciones, la playa, el sol y los bronceadores aceitosos. La lonita en la arena, la reposera, las frutas veraniegas, el huevo revuelto de desayuno, el all inclusive y el protector labial que deja bien blanco los labios. Es noventoso, lo admito, pero es bien VERANO.
Es inevitable, es hermoso: una vuelve renovadísima después de unos días de vacaciones con amigas donde la única preocupación durante la estadía se relaciona al factor del Hawaian Tropic que vas a usar: ¿20 o 30? ¿Ya da para el aceite? ¿seguimos con 50 en la cara, no? ¿Me pasas por la espalda?. Y con el permiso y perdón de Ives Saint, Caro Herrera o Burberry, no hay mejor aroma que el de coco y zanahoria. AMO TANTO que no puedo superar esta depresión post playa. Si, ya sé, me quedan los mejores recuerdos pero no voy a negar que necesito retroceder el tiempo y estacionarme en pleno Caribe, entre las palmeras y los días de calor.
Bailar bachata, tomar mojitos desde las 11 am, ropa blanca, shorts de Jean
Cómo me gustan las vacaciones. Definitivamente es el lugar y el momento que más deseo, que más disfruto y que más extraño cuando se termina. Mi papá me dice siempre: suerte tiene aquel que vuelve para poder regresar. Si, papi, puede que tengas razón pero HOY no me conformo. Hoy quiero más.
Admito que la primera semana es de las más insoportables del periodo post vacacional. Sé que voy a pensar en playa todo el tiempo y voy a escuchar la música que escuchaba allá. Sé que vamos a averiguar con las chicas terrenos en venta para ponernos el famoso bar en la playa, o un hostel, o un algo pero algo allá. Es tan alucinante que me quedaría horas hablando del mismo tema.
Pero bueno, estamos para otra cosa, además de las anécdotas veraniegas. Quedamos en que, a mi vuelta, iba a contarles si empecé aceptando citas y encuentros, como hablamos en el post pasado. Bueno, ahí va: Si todo. Si porque SIEMPRE ME ENAMORO EN EL VERANO. Siempre, siempre siempre. Tengo una lista interminable de amores playeros para alquilar balcones. Algunos terminaron con el mismo calor, otros viajaron, otros duraron temporadas y estaciones y alguno, incluso, se instaló en casa. Si, tengo de todo: pasajes, viajes, depósitos en el extranjero, llanto, matrimonios, hijos. Muy latino todo.
Y este verano no iba a ser la excepción a la regla. Menos mal. ¿Saben qué? creo que hasta inconcientemente busco llevarme algo siempre de los lugares que amo. Algo más que un imán o un cenicero autóctono. Alguien para recordar, un motivo para sonreír aún después de saber que atrás quedaron los días de arena y sol, el mar azul. Es así, soy así. Me gusta quedarme con algo ahí latiendo. Me gusta soñar que viaja, que viajo, que nos volvemos a ver, que la historia de amor de verano se hace posible, que las distancias no son barreras y que tengo 14 hijos en el caribe, en patas y cuero. ¡Viva!
Es más, el día que me falte un amor de verano en mis vacaciones creo que voy a pensar que algo estuvo mal, que algo me faltó. Así que si, acepté y la pasé bárbaro. Acepté y me divertí. Acepté y ahora me queda el skype con diferencia horaria. Él en Playa del Carmen trabajando y yo en el medio de la ciudad, lidiando con estas lluvias que no me dejan lucir mi bronceado. Ya sé, sé quién pierde acá.
Probablemente me dure poco y en un mes me encuentre renegando con las histeria de algún porteño pero quién me quita la bachata bailada.
Quiero sus amores de verano. Sé que los tienen. Con calor, frío, playa o montañas.
Las leo.
#amis20ydiez